Habiamnos estudiado para el más allá
un silbido, una señal de reconocimiento.
Intento hacerlo con al esperanza
de que todos estemos muertos sin saberlo.
He bajado de tu brazo por lo menos un millón de escaleras,
y ahora que no estás siento vacios todos los escalones.
Así y todo ha sido breve nuestro largo vaije,
El mío dura todavía, más ya no necesito los trasbordos,
los asientos reservados, las trampas,
las humillaciones de quien cree
que lo que vemos es la realidad.
He bajado millones de escaleras dándote el brazo
y no porque cuatro ojos puedan ver más que dos.
Las bajé contigo porque sabía que de las nuestras,
las únicas pupilas verdaderas, aunque muy ofuscadas,
eran las tuyas.
Eugenio Montale
Premio Nobel 1975
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